Drag Fashion Show: crónica de una noche de delirio

20.12.2020

The Final Countdown (1986) retumba en la sala como una premonición del viaje estratosférico que promete la obra. La dilación de los eventos culturales presenciales -casi nueve meses transcurridos desde el decreto de la cuarentena- ha acumulado la expectación de los asistentes que hoy, en la función de estreno, son miradas que sobresalen a los tapabocas y, ávidas, buscan el brillo y la magia del espectáculo que están a punto de presenciar. Incluso desde antes del ingreso a la sala, se respira un ambiente festivo. Las anfitrionas, Obvia y Virgin Marycon, son quienes introducen a los asistentes a la experiencia.

Por Víctor Balbuena 

Envidia Metenes (Omar Mareco) irrumpe el escenario con su característico desparpajo y prenda al público que la recibe en medio de ovaciones. De ahora en más, la conducción del evento estará en sus manos y en las de Jork Aveiro, ambos, regentes de moda. Durante sus apariciones, recrean picantes diálogos en cuya acritud estriba esa comicidad que el auditorio celebra muy contento. Una por una, las drag queens serán presentadas por los conductores, quienes además se referirán a los diseñadores que las vistieron: Ismenia Rodríguez (Envidia Metenes), Ofelia Otello (Menta Green), Carlos Burró (Maldad Drag), Andrés Báez (Sanita Umda) y Maximiliano Galeano (Dislexia).

Soberbia. Si pudiera caber en una sola palabra el instante exacto en el que cada drag queen lució el diseño de los compatriotas anunciados, sería justamente esa: soberbia. A estas alturas, se entiende que asistir a un espectáculo drag trasciende la idea de ver masculinidades embutidas en un corsé presentando un lip sync. Junto a la moda y a la pasarela, las célebres protagonistas de la noche; el drama, la comedia, el baile, la teatralidad, la fluctuación del género, la extravagancia, la fantasía - ¡la necesaria fantasía! - se conjugan en arte y entretenimiento de corte absolutamente profesional.

Sanita Umda (Augusto Santiviago) inaugura la serie de performances que se intercalarán con las pasarelas. Hipnótica, desarma al público de cualquier expectativa, dejándolo atónito con su interpretación de "Big Spender" (del musical "Sweet Charity", 1969). La sensualidad del cabaret es representada en una lúcida coreografía en la que intervienen los bailarines Alejandro Colmán y Fabio Esteche quienes, de hecho, a lo largo de la obra derrocharán gracia y talento a cada movimiento que efectúen.

Por brevísimos instantes, el frenesí de los muy añorados boliches y del pop chicloso invade el lugar. Dislexia Severa (Nelson Viveros Chamorro), artífice y protagonista de aquellas noches que ella misma musicalizaba en las épocas de juerga y aglomeración lícita en las discotecas, lo hechiza todo a su paso. Paso que es jovial y dinámico como lo es ella misma y tras los que, embelesada, iría la gente.

El ímpetu que, de repente, atropella la sala es gracias a que Maldad Drag desata la fuerza de las divas hispanas de ayer, hoy y siempre. El drama del desamor y del desencanto que resuena todavía (y lo harán para siempre) de las canciones de Perla, Valeria Lynch, Isabel Pantoja, Rocío Jurado... logra revertirse con la actuación atrevida y feroz de Manu Portillo, quien en su personaje proyecta un semblante resuelto y empoderado. De pronto, esa fiera performance adquiere una tierna tonalidad, cuando surge la imagen de Usha Didi Gunatita, para la que se vuelcan los aplausos en un sentido homenaje a quien fuera la precursora del arte drag en el país. ¿No es acaso el buen recuerdo de quienes nos precedieron una pequeña lumbrera para este camino a veces tan pedregoso?

La inteligencia y la sofisticación vienen de la mano en el momento de Menta Green (Aldo Calabrese), conocida por su desenfado, frescura y su sentido de la elegancia. Son bastante acertados los recursos audiovisuales que emplea: con solvencia, cada uno de ellos ratifica públicamente su arte, su gracia y su tremendo talento. Sorpresiva e impactante, Menta deja boquiabierto toda una audiencia que, mientras que la música termina, la abraza en cariñosas y efusivas aclamaciones.

En las postrimerías de la obra, surge Envidia Metenes cual ilusión ígnea, vistiendo un Ismenia Rodríguez. Todas las miradas siguen su recorrido por la sala: es imposible no absorber la fuerza que expele la indiscutible Envidia. Es una presencia firme y determinada que bien se traduce en el contento de quienes la admiran. La suceden sus cuatro compañeras de espectáculo, a quienes el público ofrece su gratitud por la semejante experiencia compartida. -Misión cumplida -, seguramente piensa cada una, puesto que la finalidad de reunirlo en este contexto fuera, en efecto, esa misma: regalar arte, color y alegría después de un año tan difícil. Al fin y al cabo, la existencia -aún en sus luchas- debe celebrarse.

Después del sábado 28 de noviembre nada podrá oscurecer al elenco de Drag Fashion Show, que estará por mucho tiempo presente en las conversaciones y en los recuerdos de quienes asistieron a la función de estreno. Ni siquiera los indeseados apagones que entorpecieron la segunda función, programada para el día 29 de noviembre (ANDE, you had ONE job, sweetie...).

La última cita con este show de brillo y encanto está agendada para el domingo 20 de diciembre a las 20 h, en la Alianza Francesa (Mariscal Estigarribia 1039).

Consuma lo que el Paraguay produce, apoye a su drag queen local.